jueves, 21 de enero de 2016

Estatua de Guzmán Blanco arriba y abajo frente al Capitolio

  Fundhea, bajo la dirección de Derbys López Suárez, organiza paseos dirigidos a la divulgación de aspectos íntimos del patrimonio histórico de Caracas, las entrañas del Ávila (Wuaraira Repano) y La Guaira. 
  La programación incluye la opción identificada "El ego de dos presidentes". La denomina así por prevalecer el recuento de la decisión del doctor y general Antonio Guzmán Blanco (Caracas, 1829-París, 1898), de acometer en el cerro de El Calvario, la primera intervención paisajística en el país, la cual debía quedar coronada con una pieza escultórica dedicada a su persona. 
  Quienes asisten a este paseo de Fundhea escuchan de labios de Derbys el triste desenlace a manos del pueblo indignado debido a los desafueros del guzmanato liberal (a lo largo de tres mandatos e interpuestos, entre 1870 y 1888), tanto de la estatua ubicada en El Calvario, a la que dieron en llamar “Mangazón”, como de aquella a la cual también por el decir de Nicanor Bolet Peraza, toma la denominación con la que aún el vulgo la recuerda: “El saludante”, erigida por orden del congreso en 1875. 
  Esta última no es otra que la pieza ecuestre de gran formato, proporcionado respecto al lugar donde la ubicaron en medio de la plaza que adornó todo espacio (de la esquina de Bolsa a San Francisco), entre la Universidad y el Palacio Federal edificado (primera parte en 1873) en apenas cien días, también según instrucciones del presidente Guzmán Blanco, “poderoso caballero de la irreal realidad venezolana” –afirma el Maestro historiador Guillermo Morón 

Arriba y abajo 

  En dos ocasiones, toda clase de gente toma parte en el derrumbe de los monumentos visto el consentimiento político producto de posiciones desencontradas, ambiciones y deslealtades además de nuestra propensión al pichipichaque. Estudiantes tomaron parte activa en ambos movimientos populares desatados, el primero en 1879 cuando a ambos los echaron al piso sin reparar de la calidad artística del diseño y lo bien plasmada en ambas la figura de Guzmán Blanco. 
  Reerigidos, “El Saludante” como “Manganzón” los demuelen definitivamente en 1889, al no más caer Guzmán. Literalmente los desguaza la turba embravecida que del caído hizo cuanto le antojó a pesar de tanto bronce y lo imponente de las piezas escultóricas. 
  De “El saludante” existen fragmentos, uno es el correspondiente al torso, conservado a la vista del público en el Museo de la Fundación Boulton, situado en la Plaza El Panteón. En este museo también encontraremos un puño del “Manganzón” mientras que bajo resguardo de la Galería de Arte Nacional figura nada menos que la cabeza también del “Manganzón”. O sea, existen tres secciones de esta última escultura y una correspondiente a “El Saludante”. 
  De ambas estatuas existen grabados y fotografías. En la ecuestre, Guzmán aparecía con un tricornio en mano, como si tuviese empeñado en dar un saludo perenne. La segunda estatua asumia caracteres majestuosos –apuntan quienes la han analizado. 
  Investigaciones que lleva a cabo Derbys López en el Archivo Nacional de Venezuela, lo conducen a precisar la intención de que tanto el monumento al Libertador en la Plaza Bolívar de Caracas, como los dos homenajes a Guzmán Blanco, se inaugurarán en la misma fecha y año (1874). Esto no pudo ocurrir. 
  También, que nuestro notable artista Ramón Bolet Peraza actuó como comisionado del gobierno en la ejecución y supervisión de las estatuas diseño del artista Joseph-Alexis Bailly fundida por Robert Wood, en Filadelfia, Estados Unidos, durante la primera presidencia del Ilustre Americano al igual que la del “Manganzón”, también concebida por Bailly, nacido en París en 1823 o 1825, cuya muerte ocurre el año 1883 en Filadelfia, donde pasó la mayor parte de su carrera luego de estudios y permanencias temporales europea y Argentina. Docente en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania, como tallista se le considera excepcional entre los artistas estadounidenses del siglo XIX al igual que como escultor que entre sus piezas celebradas, figuran personajes de la independencia de Estados Unidos, temas religiosos además de las estatuas de Guzmán Blanco esculpidas y fundidas en bronce entre 1875-1879. 
  En parte la instalación simultánea del trío de monumentos fue imposible debido a que Bailly y Wood alargan los plazos de entrega de sus obras al no recibir los pagos comprometidos, razón para retenerlas en Filadelfia, donde las esculpe y funde en presencia de Ramón Bolet, quien a tales efectos permaneció en Estados Unidos ocupado en las diligencias relacionadas con la mejor realización de ambos proyectos. El general Nicanor Bolet Peraza, hermano del artista Ramón Bolet, promotor de las bellas artes en nuestro país, entre otras la escultura, en el ámbito político fomentó el monumento ecuestre dedicado a Guzmán Blanco en Caracas pero cambió de bando y así se contará entre los congresantes promotores de derrumbar lo que dos años antes se edificó con pedestal encomendado a Ramón Bolet como soporte de los bronces “El Saludante”, como “Mangazón”, completados con esmero por J. A, Bailly entre 1875 y 1879. 
  Las hermosa fachada gotizante para los locales adecuados de los locales de la Universidad de Central de Venezuela (hoy Palacio de Las Academias) como del Museo de Caracas (donde luego funcionó la antigua Biblioteca Nacional más el de la sede de la Corte Federal de Justicia y de Casación o Corte Suprema de Justicia), en la esquina de La Bolsa, al igual que el Panteón Nacional, fueron inauguradas en las mismas fechas coincidiendo con las dos estatuas de Guzmán Blanco en la Caracas de la segunda mitad de la octava década del siglo XIX. 
  Cabe recalcar que fue el general Guzmán Blanco quien dispuso erigir y contrata en Europa el vistoso monumento ecuestre al Libertador (réplica de la que se encuentra ubicada en Lima, cuyo autor fue el escultor Adamo Tadolini; la réplica ubicada en Caracas es obra de Escipión Tadolini, hijo del primero). El molde utilizado para realizar ambas estatuas fue fabricado por la Fundición Von Müller, con sede en Múnich, Alemania. Bronce, aleación de 90% de cobre. Mide cuatro metros de altura. Representa a Simón Bolívar sobre un caballo erguido sobre sus patas traseras) ubicada en la Plaza Bolívar de Caracas, cuya historia no está desprovista de percances como tampoco de belleza y la majestuosidad debidas al padre de la patria. 
  Quizás el mayor problema fue que el bergantín Thora, donde venían en cajas el monumento, encalla y se hunde en Los Roques pero fue rescatado gracias a la tenacidad de pescadores y buzos guaireños. Finalmente Guzmán la inauguró el 7 de noviembre de 1874 aunque estaba previsto fuese antes, en ocasión del día de San Simón (28 de octubre). 

Detalles del derribo 

  En un artículo publicado el año 2015 en el diario El Universal, Manuel Azpúrua ofrece una síntesis magnífica de los agravios contra tres estatuas que para regocijo propio, el general Guzmán hizo emplazar en su ciudad natal, a cuyas reformas contribuyó con un plan de ornato público y edificaciones con ciertos ribetes de majestuosidad, con el cuales algo borra de la triste apariencia urbana atribuible a la guerra de Independencia y la Federal. Narra Azpurua: 
  “Enfrente del Capitolio, muy cerca de la vieja sede de la Universidad Central -esquina de San Francisco-, se hallaba una estatua ecuestre de Guzmán, que el público denominaba "El saludante", otra pedestre en El Calvario, llamada "Manganzón", erigidas en 1875 y 1876, respectivamente, habían sido tiradas al suelo por manos anónimas, en 1879 y respuestas poco después, y la de su padre en la plaza de San Jacinto, frente al Casa Natal del Libertador (1883). Una nutrida manifestación procedió a colocar una soga en el cuello de "El saludante", partiéndose el bronce en el suelo en 3 pedazos, acto seguido siguieron hacia El Calvario e hicieron lo propio con el "Manganzón", y por último la muchedumbre se trasladó a la plaza de El Venezolano, procediendo de la misma manera con la figura de mármol de Leocadio Guzmán. La multitud gritaba ¡Muera Guzmán! ¡Muera Leocadio! Aunque ya estaba muerto, había fallecido el 13 de noviembre de 1884; y aclamando a Rojas Paúl. A "sotto voce", se decía que un policía, la noche anterior, había aflojado las tuercas que sujetaban las imágenes. El gobernador del Distrito Federal, Francisco Batalla, notificó del hecho al prefecto, general Giuseppe Monagas, quien observó de cerca los acontecimientos sin atreverse a reprimir a la multitud. Expresó Monagas: "-Contener al pueblo por la fuerza hubiera costado desgracias inevitables, y ante esta circunstancia se sintió impotente la autoridad municipal, quien se vio ahogada por aquel concurso de ciudadanos". 
  “Los periódicos caraqueños reseñaron el acontecimiento con grandes titulares, felicitando a los estudiantes y al pueblo de Caracas; entre ellos, "La Libertad", de Rómulo Guardia; "La Guillotina", de Miguel Eduardo Pardo; "El Despertar", de Luis Correa Flinter; "El Combate", de Eduardo O Brien; "El Heraldo Liberal, de Isaac Salas; "La Política, de Gustavo Terrero Atienza; y "El Eco Andino", del intelectual colombiano José María Vargas Vila, quien residía en Caracas para la época. Todos reconocieron la actitud democrática del presidente Juan Pablo Rojas Paúl; aunque los adulantes del autócrata lo llamaron "traidor", y autor intelectual de la caída de las estatuas, culpandolo tanto por comisión u omisión. 
  “El escritor colombiano Fernando González, describe a su contemporáneo Guzmán: "Es el hombre de las estatuas. Liberales del trópico en donde la luna y el sol alborotan la savia, la imaginación, los jugos vitales. Estatuas que derrumbaban cuando se iba a París y que reponían luego. El rastacuero simpático que compra un palacio en la calle Copérnico, en París, casa sus hijas con duques y marqueses de allá, construye teatros, concede el país a los extranjeros. Botarate, enamorado, verboso. En suma, la generosidad inconsciente del trópico". Pedro Emilio Coll, describe la adulación: "Los adictos del dictador, pendientes del vapor con cartas trasatlánticas de su "Jefe, Centro y Director" que leían con voces altisonantes, imitadas del insigne "Regenerador", ausente, reclinándose en sillones de Damasco, contemplándose en los espejos de cuerpo entero". 
  El agresivo acto de 1889 con presencia popular y beneplácito del gobierno contra “El saludante”, causó euforia entre los adversarios de Guzmán. Entre crónicas y versos publicados, cierta prensa curazoleña pues Venezuela vivía otro de los períodos en los que la libertad de expresión estaba sometida a los rigores de la censura o la autocensura, peor que la otra, dejó correr los siguientes anónimos: 

“¡Salve!¡Salve! Saludante 
¿Qué se hicieron tus coronas? 
Me las han vuelto moronas 

Los malditos estudiantes. 
Sobre mi dorso subieron, 
Me insultaron, me escupieron 
Y me dieron bofetones. 

Aunque se burlen de mí 
Y me falte el respeto, 
Mis contratos les espeto 
Desde la Rue Copernic. 

Yo soy un hombre tan macho 
Y tan versado en historia, 
Que a Páez le quité gloria 
Con una carta y un cacho”. 


Falto de modestia 

 La cronista fundadora del blog y espacio en facebook “Caracas en Retrospectiva”, Maria Sigilo, advierte en uno de sus escritos: “Guzmán Blanco no era modesto. Este era quizá el menor de sus pecados, y aunque proyectó y erigió este testimonio a su propia grandeza, pensó que luciría mejor a los ojos de la posteridad si se le otorgaba el crédito por el diseño artístico y la noble idea, de modo que la inscripción rezó así: ‘A el Ilustre Americano el pacificador y regenerador de los Estados Unidos de Venezuela, General Antonio Guzmán Blanco, la gratitud expresa de Caracas. 1874’. Y al lado opuesto del pedestal había otra leyenda: ‘Guzmán Blanco disipó la anarquía y estableció libertad; la paz, y la prosperidad de la República en el país, así como su dignidad en el exterior’”. 
  Eugene H. Plumacher, cónsul de los Estados Unidos de América en la ciudad de Maracaibo entre 1878 y 1910, dejó escrito en sus memorias analizadas por el investigador zuliano Germán Cardozo Galué, el comentario siguiente: “Bajo el régimen de Guzmán Blanco () muestras de abuso oficial no eran inusuales ya que una arrogancia estudiada y una ignorancia altiva eran parte de la política del Ilustre Americano...”. 
  En sus “Escritos de un salvaje”, Napoléon Pisani desliza su opinión del Ilustre Americano: Guzmán, un desertor de los ideales auténticos del Liberalismo a lo Zamora; siendo él, Guzmán, un hombre ávido de riquezas, un ser vanidoso que se mandó a erigir estatuas, que acosó con saña al sabio y noble Cecilio Acosta, que expulsó a José Martí del país, que les cortó las menguadas becas que el Gobierno les daba a Cristóbal Rojas y a Michelena, que estaban estudiando en la capital de Francia, porque ambos artistas se negaron a cumplir la frívola orden de Guzmán, de ir a seguir estudiando en Roma, pues, por aquella época estaba de moda en Francia que los artistas viajaran a estudiar en Italia… Además, siendo él, Guzmán, quien casó a su hija Carlota con un duque arruinado, para introducirla en el ambiente de la aristocracia europea. Esa boda se llevó a cabo, nada más y nada menos, que en la neoclásica y elitesca iglesia de la Magdalena en Paris. En esta ciudad creó Guzmán la Compañía Francesa de Ferrocarriles Venezolanos, en la que le dio una buena participación en este negocio a su ex-arruinado yerno, el duque de Morny”. 

Fidedigna narración de Francisco González Guinán. 
Guzmán, el más “sorprendido”. 

  En la monumental obra “Historia contemporánea de Venezuela”, Francisco González Guinand, al referirse a la decisión del Congreso de rendir homenaje al general Guzmán Blanco, expone entre tantos discursos y detalles: 
  “El 3 de octubre a las cinco de la tarde tuvo efecto en Caracas la ceremonia de la colocación de la primera piedra la estatua decretada por el Congreso al señor General Guzmán Blanco que debía erigirse en la plazuela entre el Capitolio y la Universidad. Presidió el acto la Comisión designada por el Congreso, y el señor Jacinto Gutiérrez, Presidente de la Comisión, dijo: «Bajo la invocación del Supremo Legislador del Universo, dispensador de todo bien, y en nombre del buen pueblo de los Estados Unidos de Venezuela procede la Comisión del Congreso á colocar la primera piedra de la Estatua ecuestre mandada á erigir en honor del General Guzmán Blanco, Ilustre Americano y Regenerador de la Patria, de conformidad con los actos legislativos de 19 de Abril de 1873 y 10 de julio de 1875». 
  “Después de colocada la primera piedra, se firmó una acta que autorizaron los miembros de la Comisión señores Jacinto Gutiérrez, Doctor S. Terrero Atienza, Heraclio M. de la Guardia, Doctor Laureano Villanueva, General J. J. Herrera, General Luis Sanavria, Ezequiel León, Melitón Pérez y Angel Álamo Herrera; los Ministros del Despacho señores Doctor Diego B. Urbaneja, Doctor Jesús María Blanco, Vicente Coronado, General Jesús María Paúl, General Miguel Gil, General Bartolomé Milá de la Roca y Doctor Roberto García: los Ministros Diplomáticos señores Dionisio Roberts, T. C. de Middleton, J. Brakel, Erwin Stammann, Maximo Des Noyers, Víctor L'Hóte y Antonio González de Estefany; y los Cónsules señores Guillermo Stiirup, Hugo Valentiner, N. P. Hellmund, H. E. L. Lange, J. P. Rojas Paúl, A. N. Morón y Hugo Zamory. Concluido el acto, la Comisión del Congreso, acompañada de muchos ciudadanos, se dirigió a la morada del señor General Presidente, le ofreció el palustre de plata cincelada con que se había ejecutado la operación…”. 
  El “General Guzmán Blanco, Ilustre Americano y Regenerador manifestó a propósito de la declaración del Congreso: “«Cuando el Congreso de 1873 tuvo a bien decretarme la estatua, creí que no debía oponerme á aquella resolución. Yo tenía entonces una profunda fe en que el país entero aceptaba con entusiasmo esta admirable transformación, sin ejemplo en la América del Sur, yo no vi entonces sino á la Revolución de Abril que quería honrarme glorificándose a sí misma. Mi personalidad la veía yo del lado allá del Poder, que nunca he codiciado y por el que jamás se ha inquietado mi ambición. Contaba con que la renuncia de los dos últimos años de mi elección sería admitida por el país, como un premio de reposo á que aspiraba mi fatigado espíritu, y como un tributo a la más importante de las reformas de nuestro pacto fundamental». 
  «Pero lo sabe Venezuela toda. Yo tuve la desgracia de que el respetable Cuerpo no aprobase la reforma de la Constitución y me impuso el durísimo deber de aceptar lo que renunciaba con todo mi corazón y con todo mi patriotismo. Se aproxima ya la época en que debo dejar el poder: yo descenderé de su solio como cumple á mi honor, demostrando que ninguna de las cosas que he hecho por engrandecer á mi patria y por regenerarla, las he dispuesto por el placer de mandar, placer que desconozco por completo y que no sé cómo puede existir cuando se comprende toda la responsabilidad de tan ardua misión. «Después de aquel sacrificio me estaba reservado experimentar la triste decepción de ver que hombres importantes de esta situación se levantaban para derrumbarla, y que ciudadanos en quienes hay que suponer algún patriotismo, porque sin él el hombre no sería sino un monstruo, seguían sus banderas. Desde entonces cambié de ideas respecto de la estatua y abandoné sus fragmentos, y formé la mente de dejarlos olvidados, para que más tarde, si los Gobiernos que me deben suceder, querían rendir este tributo a la Regeneración de la patria, la erigieran, teniendo presente que en esta época que me ha tocado presidir, se verificó la milagrosa transformación que la América toda admirará de generación en generación». 
  «El último Congreso me sorprendió con un decreto por el cual ordenaba la erección de la estatua, asumiendo él la dirección y administración en los trabajos necesarios al objeto. Yo tengo la íntima convicción de que con el decreto de la erección de mi estatua el Congreso erró, y que al aceptar yo su determinación erré también. «A partir de este momento, yo confieso que me siento oprimido, y cuando se me habla de la estatua, no puedo aspirar a plenos pulmones la entera satisfacción que me producen mis generosos y fecundísimos servicios a la patria». 
  “La ingratitud es lo que más ofende la nobleza de las almas. «La estatua se erige, señores, por la voluntad de todos, menos por la mía». 
  “Después de estos actos separóse nuevamente del Ejecutivo el señor General Presidente, e hizo un viaje a los Valles de Aragua...”. 

Abajo las estatuas 

  Transcurrieron dos años con el imponente "Saludante" inconmovible delante del frente sur del Capitolio Federal. Pero "...varios diputados presentaron un proyecto de decreto derogando los expedidos por los Congresos constitucionales, sobre honores discernidos al General Guzmán Blanco, y disponiendo la demolición de las estatuas que esos mismos Congresos elevaron al referido General. Las barras estaban henchidas de gente, reaccionaria en su mayor parte, que aplaudía calurosamente el proyecto de decreto; como si actos semejantes, emanados de un cuerpo colegiado, puedan dar ni quitar gloria, cuando éstas, si tienen por base el verdadero mérito, son eternas como Dios. Entablóse la discusión sobre la competencia e incompetencia de la Asamblea para dictar tal decreto, sosteniendo unos la facultad de hacerlo y negándola otros, fundados en que la reunión del cuerpo sólo tenía por objeto revalidar la Constitución de 1864. Breve fue la discusión, pero tormentosa, subiendo a lo infinito las imprecaciones contra Guzmán Blanco, el llamado autócrata y tirano. Las barras atronaban el recinto con sus enfurecidos gritos; votándose bajo tal presión el decreto y aprobándose nominalmente. Dieron el voto afirmativo los diputados doctor Carlos Arévelo, General Nicanor Bolet Peraza, General Vais Level de Goda, General Juan Bautista García, Doctor Rafael A. García, Doctor José Manuel Montenegro, Pedro E. Rojas, General León Lameda, General Pablo Giuseppi Monagas, General Fernando Aclames, General Julián A. Arroyo, General Nicolás Anzola Tovar, General Desiderio Escobar, Doctor Félix Ayala, General Víctor Segovia Peña, General Mariano Borges,…” 
  En 1878, “A las 10 de la mañana del 22 (octubre 1889) mediante una corta ceremonia, procedieron las autoridades a derribar la estatua ecuestre que por repetidos decretos de los Congresos constitucionales de 1873 y 1875 se había erigido al General Guzmán Blanco, el último de este año, en la plazuela que existe entre la Universidad y el Capitolio Federal; y momentos después, y con la misma formalidad, fue también echada a tierra la estatua pedestre que en el hermoso y bello paseo del Calvario de Caracas levantara al mismo personaje el Concejo Municipal del Distrito Federal. Semejantes glorificaciones constan en documentos públicos —las aplazó el General Guzmán Blanco durante dos años, asumiendo una discreta reserva, porque no quiso, y así lo dijo entonces, a título de una austeridad republicana, que podía ser tachada de egoísta en sus fines, defraudar a sus compañeros de causa política en sus justos y muy naturales entusiasmos por las victorias de la Regeneración. 

Re erigen las estatuas 

  “Transcurridos esos dos años, insistió el Congreso en su propósito glorificador, e independizando del gobierno la ejecución de su decreto, nombró una comisión, presidida por ese mismo señor Jacinto Gutiérrez, y de la cual formaban parte los Doctores Terrero Atienza y Villanueva, para llevar a cabo la erección de la estatua. Esa comisión dijo entonces, entre otras muchas cosas, en documento público: que el General Guzmán Blanco había resistido al puntual cumplimiento del decreto de honores: que el Cuerpo Legislativo había encontrado el medio más digno y delicado de levantar el monumento de gratitud: que no dejaban a los postreros el noble atributo de premiar el mérito singular; y que Venezuela no quería aplazar para un porvenir de que no disponía la ostentación digna y grandiosa de las virtudes que enaltecen la humanidad. Acontecía esto en 1875; y dos años más tarde, sin haber cambiado las condiciones morales, civiles, militares y políticas del General Guzmán Blanco, sino antes bien habiéndose aquilatado sus cualidades cívicas por haber apoyado heroicamente la libre expresión de sufragio popular y hecho efectiva la alternabilidad administrativa, base cardinal del sistema republicano, algunos de esos espontáneos glorificadores aparecieron como furiosos iconoclastas. A nuestro juicio, en ninguna de esas dos situaciones se mostraron reposados y austeros, porque la apoteosis, para ser firme y eterna, requiere que el tiempo depure las pasiones, a fin de que empalidezcan los defectos humanos y se aumente el brillo de la gloria verdadera; y por lo que respecta al furor reaccionario, exhibido en ésta, como en casi todas las ocasiones, más por halagar la ambición del mandatario del presente que por castigar las faltas del mandatario del pasado, es un rastrero sentimiento que no se compadece con las imposiciones del patriotismo. Mientras en la capital de la República asumía la reacción contra la personalidad del General Guzmán Blanco y contra la fracción liberal llamada guzmancista las proporciones de desbordado y furioso vendaval, en los Estados, se pensaba y se procedía de distinta manera, porque ni el golpe de estado, que mató el sufragio, ni la reacción, que conducía al abismo de la anarquía, eran del agrado del pueblo venezolano. Los ánimos estaban intranquilos, las noticias alarmantes corrían en todas direcciones, las complicaciones parecían surgir del fondo de la tierra y el patriotismo buscaba, sin hallarlos, horizontes de luz. Indudablemente eran críticos los momentos. 
  “No obstante las continuas alarmas de la prensa reaccionaria, la festividad nacional del 28 de octubre, onomástico del Libertador, fue celebrada en Caracas, Valencia y otras ciudades con esplendidez. En el Panteón Nacional pronunció con tal motivo una magnífica oración el señor Antonio Leocadio Guzmán. Ese mismo día 28 fue el escogido para re erigir las estatuas del señor General Guzmán Blanco en Caracas, habiendo pronunciado el discurso de orden en la de la plaza del Capitolio y de la Universidad el señor Doctor Jesús María Sistiaga, y también hizo uso de la palabra el señor Doctor Pedro Monsalve, a nombre del Consejo de Administración. Desde el mismo momento que entró triunfante la Revolución Reivindicadora a Caracas, los Jefes y oficiales del numeroso ejército hicieron público su deseo de re erigir los Monumentos, que había echado por tierra la reacción demoledora, por esta circunstancia, y por creerlo de justicia, el Congreso de Plenipotenciarios sancionó el acuerdo de que antes hemos hecho referencia. A esos actos, que se llamaron del desagravio nacional, concurrieron todos los Estados, sus Gobiernos, las Delegaciones Militares y Concejos Municipales, por medio de importantes comisiones; olvidándose de que la humanidad…”. 
  González Guinán ofrece detalles tales como: “Los demoledores de 1878 echaron a tierra las estatuas, y así las encontró la Revolución reivindicadora a su entrada triunfal en Caracas, el 13 de febrero de 1879. A la de la plaza del Capitolio se le había quebrado un brazo y la cabeza a la del Paseo del Calvario. Reparados esos monumentos por artesanos caraqueños, fueron los mismos que se reeligieron el 28 de octubre de 1879, pues aunque una nueva estatua ecuestre se había pedido al extranjero, se la creyó inferior a la antigua y fue desechada, levantándose después en la plaza del muelle de La Guaira. Estos monumentos permanecieron en sus pedestales hasta el 26 de octubre de 1889, día en que uno de los más activos y entusiastas en re erigirlos, el señor Doctor Juan Pablo Rojas Paúl, a la sazón Presidente de Venezuela, merced a las influencias del señor General Guzmán Blanco, los echó a tierra”. 
  Las anotaciones del hijo del cónsul del Reino de los Países Bajos en La Guaira, testifican detalles tal vez omitidos por el historiador González Guinán. La versión que figura en el libro “Tarmas… y entonces… La Guaira”, publicada por el Alberto de Veer-Englert, apuntan a que “El saludante” original –o lo que quedó de este en 1878- estuvo depositado en el Capitolio antes de decretarse una plaza Guzmán en La Guaira, a donde fue traslado en el ferrocarril y la erigen en el lugar seleccionado. Allí permanecerá hasta que en 1889 la furia popular lo derriba del pedestal y la escultura de Bailly es botada al mar. Tiempo después fue hallada hundida y por iniciativa de un buzo curazoleño, es reflotada -recuerda a su audiencia Derbys López Suárez, guiado por las informaciones presentadas por De Veer-Englert. En tierra, la pieza terminará en manos del agente aduanero alemán Adolf Melchert Dieckell, quien la hace colocar al frente de la casona donde funcionaban las oficinas de su empresa en el corazón de la capital portuaria. Los restos de “El Caminante” preservados en el Museo de la Fundación Boulton, proceden de aquellos que además de formar parte del monumento erigido en 1887 en La Guaira, como ya se dijo, permanecieron hundidos en el mar hasta su rescate y colocación por Melchert delante de su oficina. 
  Morón el historiador -biógrafo de todos nuestros presidentes (“Los presidentes de Venezuela”)- reseña cómo entonces cundió el ejemplo de Caracas. “Se perdieron las cenizas de Zamora. En el Panteón están los huesos de Falcón. Los restos de Guzmán Blanco siguen en cementerio ajeno. Tampoco están en su sitio las estatuas. Una de bronce, pedestre, fue colo-cada en la plaza de San Francisco, de Valencia, el 19 de enero de 1877, derribada el 26 de octubre de 1889. En la plaza del Capitolio, en Caracas, se inauguró la ecuestre, bronce con base de granito y mármol, el 28 de octubre de 1875, derribada el 21 de diciembre de 1878; nació de nuevo el 13 de febrero de 1879, vuelta a derrumbar el 26 de octubre de 1889. En la plaza de San Isidro, Ciudad Bolívar, un Obelisco mostró un busto del Ilustre desde el 27 de abril de 1874 hasta caer en 1879. En la Colina del Calvario de Caracas se puso un bronce gigante, pagado por el Concejo Municipal de Caracas con 248.893 bolívares, desde el 19 de enero de 1876 hasta su triunfal caída el 21 de diciembre de 1878, vuelta a levantar el 13 de febrero de 1879, demolida por las manos del pueblo el 26 de octubre de 1889. En la plaza de Valle de la Pascua la "estatua de la Paz" se inauguró el 20 de diciembre de 1876, desapareció en 1909 para darle paso a Zamora”.

La Plaza de La Ley y otros detalles sobre “El Saludante” y el “Manganzón” 

  En su libro “Imagen y Noticia de Caracas” (Tipografía Vargas, Caracas, 1958) Guillermo José Schael deja las siguientes referencias en cuanto a El Saludante y posteriormente Plaza de La Ley en donde se deseó ubicar una estatua dedicada al Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre. Escribió el cronista de Caracas 1979-1989: “Como escenario tiene pintorescos antecedentes. Allí estuvo, por ejemplo, la estatua ecuestre del "Ilustre Americano" bautizada por el pueblo con el remoquete de "Guzmán Saludante". Medía 8 metros 50 centímetros del pedestal a la copa del sombrero, y había sido vaciada en el taller de un famoso escultor francés. Caballo y jinete destacaban un llamativo barniz dorado y al parecer es uno de los pocos casos registrados en la historia por el cual se erige un monumento a un presidente en vida. En el tope de la redoma del paseo Independencia se había erigido otra, con anuencia de la Municipalidad de aquella época. Fue conocida entonces con el nombre de "Manganzón". 
  “Ambos monumentos fueron derribados por los estudiantes y pueblo de Caracas la mañana del 26 de octubre de 1889, poco después de haber asumido la presidencia de la República el Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, recomendado por el mismo Guzmán Blanco, Los muchachos tiraron cuerdas con las cuales ataron al "Saludante" por el cuello hasta derribarlo y al grito de "Al Calvario", todos corrieron hacia ese lugar e hicieron lo mismo con "Manganzón". 
  “El historiador González Guinán, al referirse a estos sucesos apunta que «tales hechos se realizaron con anuencia de las autoridades». 
  “Entre sus curiosidades conserva don Carlos Moller una versión en francés que de estos sucesos dio la señora Roncajolo, quien había llegado a Caracas justamente por aquellos días y fue testigo presencial. A sus familiares en París, escribió la mencionada dama en los siguientes términos: «En la ciudad no se ve por todas partes más que el nombre del general Guzmán Blanco. Se le encuentra inscrito sobre los monumentos públicos que él hizo construir. El general se ha hecho, entre otras cosas, erigir dos estatuas, la una a pie y la otra a caballo. Se ha hecho pintar de San Pablo en la iglesia de Santa Teresa. La persona que me mostró todos estos recuerdos se sentía humillada de los abusos que se habían cometido y me decía que bien pronto, sin duda, el pueblo los destruiría, En efecto, esto es lo que ha ocurrido»”.. 
  “Años más tarde, una de las botas de bronce que había sido arrojada al Guaire, fue hallada por un hombre que con su carreta sacaba arena del río en jurisdicción de la hacienda Ibarra. Esta pieza fue llevada corno una curiosidad a Sabana Grande y el padre Esculpi, cura párroco de El Recreo hizo gestiones para obtenerla, logrado lo cual, ordenó que fuese fundida y convertida en campana. Es una de las que todavía se escucha repicar los domingos en aquel templo, llamando a misa a sus feligreses. 
  “Días después de los desórdenes, el Municipio dispuso la restauración de la Plaza con nuevos motivos ornamentales. Para esta fecha la Ceiba de San Francisco tenía alrededor de 15 años de haber sido plantada. Frente a la entrada sur del Palacio Legislativo, en la calle a la que hoy da su frente la Universidad, se construyó una pintoresca alameda con jardines y veredas. 
  “A principios de 1911 el Gobierno dictó un decreto por el cual se abría un con-curso entre los escultores del país a fin de levantar en ese lugar —la Plaza de la Ley— una estatua ecuestre que representara al Gran Mariscal Antonio José de Sucre en el acto de arengar al ejército vencedor de Ayacucho. Concurrieron numerosos trabajos y entre estos, el jurado eligió cinco que se hicieron merecedores a la distinción por llenar las condiciones establecidas. Fueron aquellos identificados con el N° 22, lema "DY", del escultor Marqueste; el N° 17, tema "Gloria AP" de Antonio Perera Saurina; el N° 1, lema "Almo" de Emilio Gariboldi, el N° 6, lema "Xa" enviado por Lorenzo González y por último el N° 13, lema "1913" del artista Pedro Basalo. El jurado estuvo integrado por los señores Luis A. Muñoz Tébar Gustavo Sanabria, Juan de Dios Méndez y Mendoza, Eduardo Calcaño Sánchez, D. A. Coronil y Manuel Segundo Sánchez. La "buena pro" fue concedida finalmente al proyecto de Lorenzo González. 
  “El 5 de julio del año siguiente celebróse con toda solemnidad el acto de la co-locación de la primera piedra, ceremonia en la cual estuvo presente el General Presidente Gómez, los ministros del Despacho y los artistas laureados. Actuó como jefe de protocolo el Conde de Valery. La gráfica que publicamos, poco conocida, perpetúa la escena. Sin embargo, nunca llegó a instalarse en ese lugar la estatua ecuestre del Mariscal Sucre. La antigua Plaza de la Ley es actualmente vía de tránsito y estaciona-miento de automóviles. 
  “Nos dice el doctor Rafael Seijas Cook que en El Calvario existía en 1896 una estatua del Mariscal Sucre, la cual fue trasladada al extremo norte del puente "19 de diciembre", pero años después fue reemplazada por la premiada en el referido concurso de las fiestas centenarias y cuya obra fue ejecutada por el escultor Lorenzo González. Ocurrió entonces que la anterior una vez desarmada, se trasladó a Maracay. 
  “Con motivo de la ampliación de la Avenida San Martín, el monumento ecuestre de Sucre se instaló definitivamente en la Plaza de este mismo nombre, en Catia”. 

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  Entre nosotros las estatuas y monumentos se mueven o los cambian. Se extravían e incluso los perdemos de vista o, ante la mirada impotente, la denuncia o el reclamo desoído, desaparecen hasta nunca. Es inexistente el respeto al situarlos en homenaje a algo o alguien o para por qué sí, embellecer cierto espacio público ni tampoco al resolver a dónde enviarlos cuando molesten, estoy en desacuerdo o me es insoportable tolerarlo. Puede ser al basurero o, según cuanto valga en metálico o simbolice, negociarlo a soto voce con talleres de fundición, mercados secundarios de peroles y bienes robados al Estado o, más simple, quien mayor poder tiene los toma para sí como si se trata de patrimonio público al cual, sin otra consideración, basta el poder circunstancial ostentado, para gozar del derecho a asumirlo como mí propiedad. Gozarlo bajo el manto de la impunidad. Nadie se ocupó de juzgar a los responsables de la destrucción de los monumentos a Guzmán en Caracas y demás lugares de Venezuela donde erigieron estatuas para honrarlo, recordarlo o mostrarlo como el sujeto imborrable parte de nuestra historia nacional. Nada extraño, viejo o actual. 

Alfredo Schael 
con la cooperación de 
Derbys López Suárez.







Estatua Pedestre de Guzmán Blanco, Circa 1875

Firma Autógrafa del Escultor de las Estatuas
Detalle del Saludante, Fundación Museo  John Boulton
Cabeza del Manganzon, Galería de Arte Nacional
Puño del Manganzon, Fundación Museo  John Boulton

Medalla conmemorativa de la Estatua Pedestre del Gral. Guzmán Blanco.
Medalla conmemorativa de la Estatua Ecuestre del Gral. Guzmán Blanco.
Detalle del Saludante, Fundación Museo  John Boulton



martes, 19 de enero de 2016

PEDRO CUIMAN FAJARDO, OTRO SOLDADO DESCONOCIDO

Pedro Eloy Cuiman Fajardo falleció la mañana de este sábado 9 de enero en el Hospital Militar Arvelo, en San Martín (Caracas), en donde permaneció sus últimas horas. Superaba los 90 años este soldado desconocido que luchó durante décadas contras las enfermedades infecciosas que asediaron al pueblo venezolano. 
Formaba parte de las legiones organizadas desde los días del presidente Eleazar López Contreras, potenciadas a partir de 1945 por la intervención organizacional del doctor Arnoldo Gabaldón, en la gran cruzada nacional contra el paludismo, la bilharzia o esquistosomiasis, la anquilostomiasis y otros males causantes en el trópico y en particular Venezuela, hasta entrados los años cincuenta, de la muerte de centenares de miles de niños, hombres, mujeres pobladores de nuestro país. Sobre tal campaña se volcaron ejemplarizantes recursos humanos civiles que logran hacer del estado venezolano el primero que organizó una campaña a escala nacional contra la malaria y que mediante la utilización del DDT, hizo posible que figuráramos entre los primeros en alcanzar la erradicación de esa enfermedad en una gran área de extensión de la zona tropical. 
Luego de aquel magnífico logro gracias a tantos ciudadanos civiles organizados, abnegados como Cuiman Fajardo, acusamos el regreso de varios de aquellos males endémicos que de nuevo tenemos la obligación de enfrentar con la atención diligente del pasado.
“En un jeep amarillo adscrito a la desaparecida Dirección de Malariología, Pedro recorría el país para traer a los laboratorios en Caracas muestras que examinaría y evaluaba una médico infectóloga de Europa oriental que trabajaba en Venezuela” –refiere el ingeniero Alejandro Cabrera Pérez, quien destaca que se trataba de “hombre honesto y digno a carta cabal, correcto caballero de los que dejaron de existir porque esta sociedad vive ahora dominada por inescrupulosos y procuradores de la rapiña antes que del trabajo honesto, digno y la honradez como la que marcó la vida de Pedro. Lo afirmo no porque ha muerto sino por haber sido un auténtico ser modesto, austero e insobornable que pasó a ser funcionario de los servicios de inspección sanitaria hasta la hora de la jubilación por el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social”.
Al registrar el fallecimiento de don Pedro Cuiman Fajardo, la Fundación Museo del Transporte (FMT) hace llegar sentidas expresiones de condolencia  a sus hijos Ana María, Beatriz, Ismael, Alexander y Pedro Ismael Cuiman Pérez, apoderado judicial y asesor de la FMT.
Leyenda: En la fotografía tomada en algún momento y rincón de Venezuela durante la segunda mitad de la década de 1940, un grupo de aquellos soldados desconocidos del ejército civil consagrado al combate de la malaria y otras enfermedades tropicales del cual en su juventud y parte de la vida adulta, formó el especialidad en sanidad, Pedro Eloy Cuiman Fajardo. 






14 DE ENERO 1845: SE INAUGURA LA CARRETERA CARACAS LA GUAYRA

Muchos fueron los intentos en la época colonial de desarrollar el trazado de un nuevo camino desde Caracas hasta el puerto de La Guaira.
Fue bajo la presidencia del General Carlos Soublette, cuando el 14 de enero de 1845 fue inaugurada la carretera entre La Guayra y Caracas, acto que fue de gran trascendencia nacional, pues el público estaba consciente de la gran importancia de la vía, teniéndose el mes de enero de ese año como la fecha en que llegó la primera carreta halada por mulas a Caracas proveniente de La Guayra, lo que fue un gran suceso que despertó júbilo y admiración y alegría a los empresarios, quienes veían un motivo para mejorar sus negocios y aumentar sus ganancias, pues usando la carreta como vehículo de transporte disminuían los fletes, llegando éstos a bajar hasta cuatro reales por el transporte de una carga, cuando antes era de diez.
Según Agustín Aveledo, cuando se abrió este camino hasta Caracas ya se habían invertido en el mismo la suma de 200.000 pesos; pero como faltaba algo por hacer, se calculaba el costo total en unos 400.000 pesos; lo que era una importante suma, tomando en cuenta que el presupuesto nacional era de 2.500.000 pesos, tenia una longitud de 27 Km., media 7 varas (metros) de ancho y 5 por ciento de inclinación.
El viaje a La Guaira constaba de doce horas saliéndose de cualquier sitio a las seis de la mañana y llegándose al otro a las seis de la tarde, siendo Guaracarumbo la mitad del camino.
En 1871 fue mejorada la carretera
así como los caminos de La Guaira a Maiquetía y de La Guaira a Macuto, para 1883 se realizan nuevos trabajos de mantenimiento con motivo de la inauguración del ferrocarril La Guaira & Caracas.
Con la aparición del automóvil hubo la necesidad de hacer importantes modificaciones para ponerla a tono con los requerimientos este nuevo sistema de transporte.
Los trabajos de nivelación produjeron una pendiente del tres y medio por ciento, buscando que entre la subida y la bajada la transición no fuera muy brusca, pasando de una a otra con un tramo horizontal de diez metros de longitud; en estos trabajos se empezó a usar el concreto armado, pues la anterior carretera era de piedras y tierra, utilizándose el concreto o cemento para piso, puentes y alcantarillas; ejecutándose todo entre 1911 y 1912 , dando estos trabajos las principales pautas de construcción en todas las carreteras del país.
En 1930 con motivo del centenario del Libertador se mejora bastante el trazado de esta carretera ensanchándose las curvas y se pavimenta todo el piso.
Para el año de 1954 es inaugurada la Autopista Caracas La Guaira, quedando la carretera solo para vía alterna que solo utilizaban los camiones que iban al puerto dañando el pavimento y quedando la misma en el olvido.
Con el problema del viaducto se volvió a renovar la carretera realizándose nuevos mantenimiento volviendo a la vida este testigo silente del Progreso del País.
Derbys López








Sobre nuestros Presidentes

Felipe Guevara, en el facebook Historia en Imágenes, publica este sábado 2 de enero de 2016, el recordatorio de la muerte en la misma fecha pero 1972, del general Eleazar López Contreras. Guevara anota lo siguiente:

Fallece en Caracas Eleazar López Contreras 

En 1973, a la edad de noventa años, fallece en Caracas Eleazar López Contreras.
Militar, historiador y político venezolano, fue presidente entre 1936 y 1941, a raíz de la muerte de Juan Vicente Gómez. Su Gobierno marcó la transición a la era democrática. Durante su mandato, se crearon varios organismos públicos, como el Instituto Pedagógico de Caracas, el Ministerio del Trabajo y de Comunicaciones, la Línea Aérea Aeropostal, la Guardia Nacional, la Controlaría General de la Nación y el Museo de Bellas Artes. En 1936 promulgó una nueva constitución, rebajando el periodo presidencial de 7 a 5 años. Firmó el tratado limítrofe de 1941, en el que Venezuela cedió a Colombia más de 100 mil kilómetros de territorio”.
El general ex presidente vivió sus últimos años en La avenida Mohedano, La Castellana, Caracas, la misma quinta donde funciona la cancillería de la embajada de España ante el gobierno de Venezuela. Tenía 90 años de edad. Falleció en medio de un leve quebrantado pero tranquilo, en su casa de habitación, luego de recibir años antes, el cálido y justo homenaje de reconocimiento público e institucional del gobierno nacional a sus contribuciones al ejército nacional, al advenimiento de la democracia a partir de 1935/36, su famoso y salvador plan de construcción nacional anunciado a las pocas semanas de la gran revuelta de febrero de 1936. El acto efectuado en la residencia del ex presidente constitucional 1936/41, estuvo encabezado por el presidente constitucional (1959/64) Rómulo Betancourt, el mismo que en 1945 dispuso, también como presidente pero de la junta cívico militar de gobierno formada el 18 de octubre, la expulsión del general López Contreras. También tomó parte en el acto homenaje, el ministro de la Defensa, general Antonio Briceño Linares, en nombre de las fuerzas armadas.
De los expresidentes de Venezuela a partir de 1935, López Contreras (1883/1973), quien durante parte de su gobierno se adelantó al gesto de su sucesor el general Isaías Medina Angarita (1941/45) en evitar lucir el uniforme militar, el cual definitivamente colgó Medina durante los cuatro años de su gobierno siendo oficial activo de las fuerzas armadas, es quien más años sobrevivió al cesar el mandato para el cual fue elegido. Comparadas las condiciones de salud en que se hallaba, estaba en mejores condiciones que otros expresidentes en los años finales y horas terminales de su existencia.
Ochenta y cinco años sumaba el ex presidente Rómulo Gallegos (1884/1969) al morir en Caracas, en su casa de Altamira. Lo había marcado negativamente la viudez pero se mantenía accesible para entrevistas y tomar parte en pocos eventos públicos también como Senador Vitalicio a partir de 1959. Gozaba del aprecio general no sólo por ser el gran novelista de Venezuela.
El general Marcos Pérez Jiménez (1914/2001) falleció en Madrid, en donde por décadas vive como exiliado luego de estar preso en la Penitenciaría General de San Juan de Los Morros por los cargos de peculado por los cuales lo llevan a juicio sentenciado por la Corte Suprema de Justicia. Estados Unidos lo entregó a solicitud del gobierno de Caracas atendida con suma diligencia en Washington por el procurador general Robert Kennedy. Fue inhabilitado políticamente para que no pudiera competir ni optar a cargos no obstante la aceptación de su nombre demostrada en las concurridas manifestaciones durante su última y accidentada visita relámpago a Caracas a finales de la década de 1960.
Al general Medina Angarita /1897/1953) se le permitió regresar del exilio debido a que estaba muy quebrantado. Sobrevivió poco a su vuelta a Caracas hasta fallecer en septiembre de 1953. El pueblo llevó a pie su féretro hasta la última morada en el Cementerio General del Sur. No llegaba a 60 años (exactamente56) cuando muere rodeado de familiares en la quinta Guía situada en el Caracas Country Club, facilitada por amistades.
Rómulo Betancourt (1908/81) falleció tal vez como jamás se lo imaginó posible: cayó al piso en un apartamento bien situado en la ciudad de Nueva York donde se hallaba redactando parte de sus memorias. Se puso de pie y tras aparatosa caída, perdió el conocimiento. Su muerte sobrevino en un hospital del este neoyorkino a donde lo trasladaron la víspera. Sus restos fueron traídos de inmediato a Caracas al término de breve velatorio en la funeraria Cambell, en avenida Madison. Aquí recibieron sepultura luego de permanecer en capilla ardiente en el Capitolio desde donde fueron trasladados en hombros al Cementerio del Este.
También en Nueva York muere el ex presidente Raúl Leoni (1905/72), con apenas 67 años de edad, víctima de la enfermedad que le impide gozar del aprecio que siembra durante su quinquenio en Miraflores. Muy enferma, su viuda Menca logró divisar el paso de la caravana fúnebre desde el balcón de la residencia de los Leoni-Fernández en El Cafetal. Leoni fue el segundo presidente electo constitucionalmente por voto directo, universal u secreto una vez restablecida la democracia tras la huida del general Pérez Jiménez el 13 de enero de 1958 y elección de Rómulo Betancourt, de Acción Democrática como Leoni, el 7 de diciembre de aquel mismo año.
El ex presidente Luis Herrera Campins no disponía de bienes de fortuna así como fue olvidado por tantos amigos que auparon al histórico dirigente llanero del partido socialcristiano Copei, destacado parlamentario, jefe de Estado de Venezuela entre 1984/89. Desde que le entregó la banda presidencial a su sucesor, Jaime Lusinchi, Herrera Campíns se refugió en la quinta La Herrereña, en la urbanización Santa Eduvigis, al este de Caracas, desde donde enviaba colaboraciones a la prensa y le seguía el pulso político al país sin ostentación ni pretensiones de figurar. Estuvo enfermo los últimos años.
Luego de largo tiempo en Estados Unidos, regresó a Caracas el expresidente Lusinchi (1924/2014). Falleció en el Hospital de Clínicas tras padecimientos que lo aquí lo mantuvieron adolorido y por lo mismo alejado de la calle como del activismo adeco. Había nacido en Clarines (Anzoátegui) hacía justo nueve décadas.
Carlos Andrés Pérez (1922/2010), dos veces presidente constitucional, pagó condena en su residencia privada situada en la zona de El Hatillo (quinta La Ahumada). Luego de cumplida esta, se marcha al exterior. Falleció en Miami donde sólo tras un arreglo en la querella por el cadáver entre sus dos familias, se logra el traslado a Caracas del cadáver sepultado en exequias encabezadas por su esposa Blanca Rodríguez e hijas, quienes vía judicial lo demandaban. Pérez contaba 88 años de edad; estuvo convaleciente tiempo antes de fallecer alejado de su país, anímicamente lesionado por su destitución en 1993, el enjuiciamiento penal de que sería objeto así por estar ausente del país. “Hubiese preferido otra muerte” dijo en el discurso a propósito de conocerse su destitución como presidente de la República por segunda vez de conformidad con lo que sobre el regreso a poder establecía la Constitución de 1963,
Tras su segunda presidencia (1994/1999), Rafael Caldera (1916/2009) se retira a su casa en Los Chorros. Desde allí siguió trabajando el ya anciano y cansado político fundador de Copei quien gracias a “mi gallinero querido” vuelve a la jefatura del Estado concluida con el traspaso del poder al comandante Hugo Chávez Frías en febrero de 1999. No la tuvo fácil él ni sus familiares, los últimos años de existencia del doctor Caldera, de 93 años cuando fallece en los días de navidad del 2009.
Ramón J. Velásquez (1916/2014) habría cumplido 98 años cinco meses más tarde de fallecer en su casa en Altamira, al este de la capital. En Caracas desde 1935, tuvo una vida destacada en el periodismo, como historiador, académico, senador por su natal Táchira, político, secretario general de la Presidencia de la República (1959/64), presidente de la comisión para la reforma del Estado, ministro, presidente constitucional de la transición 1993/94 “porque me vinieron a buscar a mi casa” entre el fin del segundo gobierno de Pérez y repetir Caldera como presidente a partir de 1994. Débil estaba su salud aunque alerta ante los acontecimientos nacionales, el doctor Velásquez falleció el día de Francia.
Apenas alcanzaba la edad de 41 años el teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, víctima de único magnicidio que acusa la historia de la presidencia de la República de Venezuela. Formado como ingeniero en Francia, asimilado por las fuerzas armadas venezolanas, hijo del distinguido oficial naval Román Delgado Chalbaud, el presidente Delgado fue emboscado cerca de su residencia privada en el Country Club de Caracas. En manos de sus secuestradores encabezados por el hombre de guerrillas Rafael Simón Urbina, fue llevado sometido a una quinta en la urbanización Las Mercedes, donde recibe un disparo que le cegó la vida al hombre al frente de la junta militar de gobierno que derriba el gobierno constitucional de Rómulo Gallegos (1948). Sus años al frente de la junta fueron lucidos por los proyectos de transformación que impulsaba con gran visión desde el gobierno.
El comandante Hugo Rafael Chávez Frías (1954/2013) murió en el Hospital Militar Carlos Arvelo, en Caracas, donde padeció la última parte de una afección cancerígena tratada en Cuba durante varios meses antes de regresar a Venezuela. Había nacido en Barina en 1954. Falleció en marzo de 2013. Tenía 59 años de edad y presidió durante 14 años consecutivos gracias a su reelección en diversos procesos electorales en los cuales las fuerzas políticas aglutinadas en el llamado Polo Patriótico, siempre lograron la mayoría de los votos, como en los comicios de diciembre de 1999. El sepelio del presidente Chávez fue un acontecimiento que no sólo movilizó a millares de personas conmovidas sino también dignatarios, figuras políticas, sociales, artísticas, comunicacionales de todo el mundo. Sus restos reposan en el Cuartel de la Montaña, antigua sede de la Academia Militar y Ministerio de la Defensa, en el sector La Planicie/Monte Piedad, Caracas.
Recomendamos la obra Presidentes de Venezuela publicada por el maestro e historiador Guillermo Morón. Existen varias ediciones de este libro fundamental.

Francisco también cambió el concepto del papa móvil

Un artículo publicado en FLASH DE MOTOR menciona el Mercedes Nürburg 460, que la firma alemana obsequió al Vaticano. Dicho Mercedes tenía un trono, gran potencia (para su época) y, como detalle curioso, una escultura de San Cristóbal, hoy defenestrado del santoral. El señor vestido de blanco con sombrero negro, que aparece recibiéndolo, es su Santidad Pío XI, quien declaró "Esta es una obra maestra de la ingeniería moderna". Según la crónica a la cual alude el colaborador Antonio Itriago Machado, “Francisco también cambió el concepto del papa móvil, Nuevas funciones y significado. La figura del papa móvil - en forma de auto - existe en la Santa Iglesia Católica desde que un Mercedes Nuburg de 1929 fue donado a El Vaticano, en cuyos garajes aún permanece tras ser restaurado hace tres décadas.
Por mucho tiempo el papa móvil fue simplemente el opulento medio de transporte de Su Santidad en Italia y Ciudad del Vaticano, pero esa función cambió en 1979, cuando el Santo Padre comenzó a viajar en labores eclesiásticas y se dispuso de un carro especial para su visita a Irlanda.
Con Juan Pablo II el uso y dimensión del papa móvil cambió radicalmente, convirtiéndose en un símbolo, pero con la asunción de Francisco, esta dimensión se ha redefinido.
El papa móvil oficial es un Mercedes GL, preparado por la Santa Iglesia, pero este vehículo no viaja con Su Santidad y se ha hecho tradición usar uno apropiado para cada país que se visita, pero Francisco ha dado a esto unas connotaciones diferentes a las de Juan Pablo II.
Durante la gira de Francisco Bergoglio a Sudamérica fue posible apreciar las premisas que hoy rigen el diseño de un papa móvil. Su hechura debe ser local, no debe ser opulento ni dispendioso, no debe tener grandes modificaciones ni estar blindado.
Además, Su Santidad ha exigido que sea totalmente abierto y despejado, para saludar y permitir a la feligresía acercarse, lo cual circunscribe la elección a camionetas pick up ligeras (las llamadas “camperas”), rústicos o utilitarios con plataforma descubierta para permitir al Papa caminar y que esté acompañado por una o dos personas. 
Otro requisito es que el vehículo no tenga ventana trasera fija, para que el Papa pueda hablar a sus conductores y debe tener un asiento libre en cabina, por si Su Santidad debe viajar sentado.
Una especificación importante es que el vehículo no debe ser costoso. Normalmente la Santa Sede no paga por estos vehículos, pero el Papa ha pedido que quien los proporcione no debe gastar una fortuna en ellos, lo cual significa que deben ser de serie, estar pintados en el blanco característico de la iglesia y tener solo modificaciones de detalle. 
La iglesia no acepta más papa móviles en donación, por estimar costoso mantenerlos y para no ampliar el pequeño museo que, en el Vaticano, hospeda a antiguos papa móviles. 
HYPERLINK http://flash.guiamotor.com/…/275-D-Max-del-papa-en-Paraguay…

Leyendas

Como se puede apreciar con facilidad, Francisco ha cambiado muchos conceptos en la Iglesia Católica, incluyendo el del famoso papa móvil. A la izquierda y al centro, el Papa Pío XI recibe el Mercedes 460 en el año 1930. Su Santidad no pudo evitar expresar gran entusiasmo durante un paseo de prueba que duró una hora alrededor de los jardines del Vaticano. Pío XI lo definió como "una obra maestra de la ingeniería moderna". A la derecha, el Isuzu utilizado en Paraguay adaptado a los recomendaciones más recientes de Su Santidad. A Juan Panlo II le agradó mucho el papamóvil hecho en Venezuela sobre plataforma Toyota (Machito). Fue prestado a Cuba con motivo de la visita pontifica ese país e incluso –se dijo- en cierto momento quiso llevarlo al Vaticano donde existe un garaje en donde ya no caben más transportes papales usados.